miércoles, 28 de febrero de 2018

"El hombre pez" de José Antonio Abella: una historia inverosímil pero cierta.


Al final de la entrada anterior convoqué a mi compañera habitual de comentarios y lecturas, mi amiga Austri que siempre anda al quite por si la llamo.

-¡Hola, aquí me tienes! Junto al tritón de la cascada del Paseo de la Isla, el lugar ideal para hablar sobre El hombre pez de José Antonio Abella. 


José Antonio Abella (Foto de Amalia Trujillo tomada de La acequia).

-¿Lo has leído? 

-¡Cómo no! hace ya tiempo que te acompaño en todas y cada una de lo que tú llamas, pomposamente, aventuras lectoras. Si te parece, vamos al punto de partida: 

"En el año 1679 unos pescadores de Cádiz capturaron en sus redes a un hombre desnudo que nadaba en alta mar con un grupo de delfines. Llevado a tierra, el hombre marino fue interrogado y sometido a exorcismo por el Santo Oficio, pero nada logró saberse de su vida. De sus labios sólo salió una palabra: Liérganes."

Dijiste que es un libro que cruza la leyenda, la realidad documentada y la ficción, con mucho cuidado de dar verosimilitud a lo que precisa ser inventado. ¡Y de no aburrir a fuerza de erudición!


El hombre pez se cuela en mi cocina, al olor de las potas.

-Sí, como explica el mismo autor: «Podemos considerarla una novela histórica, muy documentada, pero a la vez amena. Cantabria, Bilbao y Cádiz son el escenario de muchas de sus páginas». 

-Tal vez conocía desde niño esa leyenda. 

-Recuerdo que en la presentación de la Feria del Libro de Burgos nos mostró un ejemplar de esa primera edición. Tras leerlo, tuvo muy claro que tenía una novela por hacer. Entre la documentación que ha consultado, el único libro monográfico dedicado por completo al hombre pez de Liérganes lo publicó José María Herrán Valdivielso en el año 1877. También el doctor Gregorio Marañón le dedicó un estudio en 1934, donde proponía que Francisco de la Vega  padecía cretinismo, una enfermedad que se caracteriza por detener el crecimiento mental y físico, pérdida de pelo y protuberancias en pecho y espalda. 

-E ictiosis, una enfermedad cutánea que provoca que la piel se vuelva seca y escamosa, como la de un pez. Según Marañón, su capacidad para resistir en inmersión se explicaría como consecuencia de una insuficiencia tiroidea que disminuiría la necesidad de oxigenar las células, algo frecuente en personas con ictiosis.

-Un diagnóstico médico estudiado y rechazado por José Antonio Abella, doctor en Medicina. Así nos lo dijo en mayo, en la presentación de la Feria del Libro. 

-Su personaje es solitario, retraído y se vuelve casi mudo; pero no es un deficiente mental. "Tardo pero no lerdo"opinaba el cura que intentaba enseñarle la doctrina. 

"Toda la agilidad que demostraba en el líquido elemento se transformaba en torpeza sobre la tierra, especialmente en el trato con la gente"

Aparte de no ser de sentido común que una viuda sin recursos enviara lejos de casa a un hijo deficiente mental para aprender un oficio. 


Liérganes

-Le pareció que "estaban todos los ingredientes para una novela perfecta". ¿Real?

-J.A. Abella se fiaba de Feijoo, un espíritu combativo contra la superstición y la ignorancia, "para desengaño de errores comunes". 




-La partida de nacimiento de Francisco Casar, el testimonio de muchas personas que lo conocieron..."Le costaba creer tan fabulosa historia, pero todas las indagaciones llevaban a la misma respuesta: la historia era inverosímil, pero cierta..."

-Imaginamos al escritor en los archivos. Se nota que estamos ante el fruto de muchas y minuciosas investigaciones, tanto para lo real, llamemos así a lo documentado, como para lo ficticio. El espíritu científico no le resta belleza literaria porque: 

«El lenguaje es el gran desafío de toda obra literaria. A mí se me hace insufrible la lectura de cualquier libro que no respete esa premisa, lo que no significa caer en la trampa de las florituras lingüísticas. Todo lo contrario: en la literatura, como en la vida, la belleza y la sencillez suelen ir de la mano».

-Una historia inverosímil para una novela verosímil. Aquí hay historia, leyenda, evocaciones clásicas, biología, náutica...para modelar literariamente la historia de Francisco Casar, un hombre bueno que encontró en el mar lo que le negaba la tierra. 

-¡Hay tanto en El hombre pez! Veamos unas pinceladas sueltas: 

El desgraciado siglo XVII en nuestro país: pobreza del pueblo, frío y decadencia política. Superstición, ignorancia y pensamiento mágico. Los guiños al Lazarillo de Tormes, también nacido en el agua y convertido en atún en una segunda parte bajo sospecha. Liérganes, una aldea cántabra. Trabajos arriesgados como el de los carboneros. Hambre en "la pequeña edad de hielo". Oro que dora retablos pero no llena estómagos. El menú de los reyes y el de una pobre viuda con tres hijos. Lucha por la supervivencia. Niños educados con zurcidos de vara. ¿No te mordió el "ojáncano"? Incapaz de distinguir entre pecado y pescado. Lázaro tragado por el mar y convertido en atún, la historia favorita de Francisco, leída por un antiguo soldado. "Quiero aprender el oficio de hacer barcos". 


-"Bilbao le pareció la capital del mundo". Calafate por no poder ser carpintero de barcos. La buena y mala compañía de un mendigo. El trabajo y el dinero nada tienen que ver. Imposible el amor por ser pobre. Palabras que queman por dentro, golpes y venganza. ¿Por qué se dejó ir hacia la mar aquella noche de San Juan? 



-El refugio de las cuevas de la costa cantábrica. La vida en compañía de los delfines amigos. La supervivencia a la deriva. El sueño de "Cádiz, barcos, oro". El castigo de pasar por la quilla en un barco holandés. La pesca del hombre pez con trozos de pan. "Pan, vino, tabaco". Al exorcismo por orinarse en el agua bendita. El funcionamiento de las fuerzas oscuras de la Inquisición. Dominicos versus franciscanos. El atormentador atormentado. El hombre pez viaja por tierra con un franciscano. "Éste es mi hijo Francisco, que perdí en Bilbao." ¡Hay tanto en El hombre pez!



 ¿Todo es real real?

-Quieres decir si en la novela hay lugar para lo mágico, lo fantástico, lo sobrenatural...No me atrevo a escribir "realismo mágico", me dirían que después de entrar en la Comala de Pedro Páramo...Buscamos:

Nos asomamos a los ojos de Francisco Casar, "unos ojos azules como el mar y tristes como la lluvia", como lo hizo la  Bibiñe: "zure begi urdinak gustoko ditut".  

"Su mirada, sí, tenía un don...un mar cálido y profundo anegaba el alma de quien se hallara frente a él, entonces una brisa de azahar templaba el aire y lo llenaba de sosiego, entonces se producía el milagro de la comunión de las almas y del amor a todas las criaturas del cielo, de la tierra, de los mares."

-Nos adentramos en un mar que anega nuestra alma, los ojos del amor a toda criatura. Sosiego y una brisa imposible de azahar. Soñamos con naranjos marinos. Poesía.



-Todo lo contrario a ese sosiego lo encontramos en el exorcismo del hombre pez, aunque no podemos evitar sonreír ante la desesperación del esquelético dominico que ruge sus latines: "¡Quis sicut Deus, nemo sicut Deus!", ¡Quién como Dios, nadie como Dios! Compungido, comenzó a cuestionarse las causas de su fracaso: si le ha faltado la fe, si ha seguido el ritual, no parecía un diablo fiero...El prior se atrevió a decirle que "si ningún demonio tiene dentro, ningún demonio puede salir fuera..."



-Y al retorcido exorcista se le hizo la luz. Este "diablo de mar" estaba acostumbrado al agua y a la sal y unas gotitas bendecidas ni le afectan. Era precisa más agua bendita, "un calderillo y un hisopo no son suficientes". Mandó buscar una tinaja enorme, del tamaño de un hombre.  Se la trajeron de un mesón frecuentado por prostitutas y "gentes de mal vivir", hubo que vaciarla de vino y veinte frailes la cargaron a su espaldas. Subieron allí al presunto "endemoniado" que saltó de improviso en la tinaja llena a rebosar, con ciente veinte arrobas de agua bendita que se desbordó en grandes salpicaduras. 

-Nos mojan las salpicaduras, no nos queman, nos refrescan; empatizamos con el hombre pez que chapotea feliz, mientras al dominico se le llevan los demonios, nunca mejor dicho:

"...la nube de vapor que comenzó a emanar del cuerpo del exorcista, retorcido por la quemazón de las salpicaduras que hervían en su hábito blanquinegro y en su piel desollada. Y lo más sorprendente, con ser esto bastante, era que la nube de vapor producida por el agua que lo había escaldado-y estaba fría de la noche al raso, como habían sentido los alcanzados por las salpicaduras-tomaba irisaciones verdes y amarillas a poco de elevarse de su cuerpo, girando en volutas lentas que se esparcian en el aire del claustro y todo lo llenaban con olor de azufre, de alquitrán, de cuerno quemado."

-Y los lectores vivimos una escena infernal con agua hirviendo y nubes en volutas verdes y amarillas que esparcían olores demoníacos. Sentimos alivio, el agua está fría, sólo quema al exorcista. No nos dolemos de sus quemaduras, le oímos gemir y no por los males del cuerpo sino por "el mar de pesadumbre que anegaba su espíritu": 

"¿A cuántos inocentes condené?" "¿Cuál es la causa de mi ceguera?" 

¡Ahora cae en la cuenta! Todavía nos espera la visión del dominico tras su suicidio en la tinaja:

"Sobre la superficie del agua, como una pequeña isla en medio de un lago, emergía su cabeza tonsurada, bordeada de pelos amarillos que flotaban como algas a la deriva."

-Volvemos a la realidad, nos produce repugnancia esa tonsura, esos pelos flotantes. Nos sentimos como en un capítulo de El nombre de la rosa.

-¿Realidad, fantasía? José Antonio Abella nos sumerge, circunstancialmente, en un mundo mágico, con unos guiños a la condición anfibia del protagonista, desde antes de nacer:

"María del Casar nota un burbujeo en el estómago, más parecido al aliento de los peces que a las náuseas que han acompañado su embarazo."

-Cuando nace en el río, en un vahído de su madre que ha ido a lavar:

...Y ya está sacando la ropa del cesto cuando siente que la cabeza le da vueltas...todo se nubla en torno a ella y sólo acierta a notar una humedad cálida y dulce entre las piernas, como si se hubiera orinado sin sentir. Luego, por unos minutos, todo es silencio. Nada le duele, nada piensa, nada sueña...

-Tendida, con las piernas en el agua, hay un reguerillo de sangre pero María no se mueve, no habla ni se queja. 

...hay un cordón gelatinoso que se adentra en el agua como la amarra de un barco...Y al otro extremo del cordón, bajo el hilo de sangre, bajo el agua, con las piernas y los brazos abiertos e inmóviles como una rana muerta, ve Modesta Calirio a un recién nacido de color azulado, que ni llora ni respira. 

-Modesta lo zarandea y consigue que un vómito de agua salga de la boca del niño "que rompe a llorar con un berrido agudo y desesperado...como el maullido de los gatos durante la cúpula..."


-Cuando llega la partera, "María sigue viva, desmayada pero viva. Tiene al niño en el regazo y los ojos entreabiertos, mas le ha vuelto el vahído...El niño boca abajo está agitado. En vano trata de encontrar el pecho de la madre...Mueve ambas manos como si tratara de nadar, patalea, llora sin que nadie lo atienda..."

Pone al niño en su pecho y la espabila con unos cachetes y agua fría. Cuando llega el cura, la parturienta tiene los ojos abiertos, un parto muy extraño:

"Ha parido sin sentirlo, como si estuviera dormida, o como si hubiera muerto justo antes de parir y la criatura que ahora mama de su pecho la hubiera devuelto al mundo de los vivos."

-Como una ranita, como un pececillo muerto, así lo contaba Modesta la molinera. Para aumentar aún más las habladurías, aquel mismo día lo bautizaron y tanto berreó y pataleó que al padrino se le escurrió, cayendo en la pila bautismal. Cesó el llanto "y comenzó a chapotear como un batracio". 

-El lector, después de leer esto, ha visto, con sus propios ojos, los de su imaginación, a un recién nacido metamorfoseado en rana, como los lierganeses que no estuvieron aquel día en el puente del Miera y en la ermita de San Pedro Advíncula...pero alguien se lo contó con pelos y señales...tal vez un poco exagerados. 



El escritor nos conduce desde allí a la realidad documentada: 

"De ser cierto el incidente, y de tan poca importancia, no se entienden las causas por las que el Santo Oficio, años más tarde, prohibiera hablar del asunto, salvo que algún oscuro inquisidor lo relacionara con el posterior proceso de herejía que se le hizo a un pariente del bautizado, Fray Juan de la Vega, provincial de los carmelitas descalzaos que fue acusado de molinosista y condenado a reclusión perpetua en el convento soriano de Duruelo, donde murió poco después."

-Y sigue con los prodigios de sor Águeda de Luna, monja carmelita también molinosista y con fama de santa, amante carnal de Fray Juan de la Vega, con quien tuvo cinco hijos. Uno de los prodigios de la Sor Águeda era orinar piedras milagrosas capaces de curar todo...acusada de pactar con el diablo, murió a consecuencia del tormento...



-Y desde la cárcel donde muere la desdichada monja, nos lleva de nuevo a María del Casar, en 1679, dando el pecho a su hijo, tras el bautismo. Su hijo José, ahora el hombre de la casa con diez años, le pregunta por lo que cuentan, entre otras cosas oyó "decir en la iglesia que eso era un mal augurio". ¿Quién lo dijo? La gente. María replica que "La gente no sabe nada, sólo habla por hablar." Y que si su padre viviera le daría en las nalgas con la vara...El hijo mediano, Tomás, el que será cura, escucha medio en sueños la conversación de José con su madre. Tal vez no lo olvide nunca, aunque su hermano le diga que no pasa nada. 


-El autor cierra el capítulo con "el chupeteo del recién nacido y el lejano chisporroteo lejano de las brasas". Pensamos en cómo suenan esos ruidillos tan familiares, tan dulces, nos parece oírlos. 

-Prodigios, monjas que orinan piedras milagrosas, pactos con el diablo, augurios... José Antonio Abella nos hace viajar por un tiempo de pensamiento mágico, el que vivió el hombre pez de Liérganes. Aunque algunos espíritus privilegiados, como Feijoo, intentarán alumbrar, un poco después, un siglo ilustrado combatiendo s
upersticiones, milagrerías, ignorancia, "errores comunes". Y sin embargo se sentirá atraído por la historia del hombre pez de Liérganes, atracción que contagiará a José Antonio Abella, por medio del discurso octavo del tomo sexto de su Theatro Crítico Universal. Y de ahí a nosotros. 

Lo dejamos aquí, ahora queda pendiente la crónica de la reunión que el Club de Lectura de la Acequia y Alumni tuvo ayer, por la tarde, en el Salón Rojo del Teatro Principal con José Antonio Abella. Iré pasando a limpio las notas tomadas en el cuadernillo.

Como veis, llegué la primera:



Un abrazo de María Ángeles Merino y de Austri. 


5 comentarios:

La seña Carmen dijo...

Entre la magia, la realidad y la leyenda. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.

Ele Bergón dijo...

Estupenda entrada la que os ha salido a Austri y a ti, o a ti y a Austri, que tanto me da que me da lo mismo. Se nota que conocéis muy bien el libro de Abella.

Esperamos la crónica

Paco Cuesta dijo...

Historia de una huida por imperativo de qué se yo que circunstancias que ha generado una explosión de lenguaje.
Besos

pancho dijo...

La novela tiene detrás muchas horas de documentación sobre bastantes cosas como la vida marinera, la construcción de barcos en el siglo XVII o cómo hacer salir demonios de los cuerpos humanos. Todo con un tono humorístico muy inteligente que le da realce a la novela.
Buen resumen haciendo hincapié en los momentos estelares del relato.
Yo voy lento en escribir algo, el relato es más complejo de lo que parece a primera vista o lectura.
Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

¿Cómo hacer de unos documentos reales una novela? Aquí has dado magníficamente las claves.
(Regreso.)