miércoles, 3 de enero de 2018

"La noche que no paró de llover" de Laura Castañón: Amor, felicidad y culpa (3)



"Y fue entonces cuando, justo después de doblar la esquina en Marqués de Casa Valdés con Ruiz Gómez y haber echado un vistazo imprescindible al escaparate de la tienda de mascotas, descubrió que la mujer, tan alta, tan erguida, tan delgada y con la mirada impaciente de quien no está acostumbrada a esperar, justo delante del portal, tenía que ser Valeria Santaclara."(Ver Google Maps)
-¿Por dónde íbamos, María Ángeles?

-Nos quedamos en el Ne me quitte pas de Enma. La enamoradísima Enma sueña con la felicidad total, al lado de Laia Vallverdú, "la tía más valiosa, más inteligente del mundo", la de la  inolvidable "sonrisa de la noche aquella"; pero teme, está insegura, no cesa el "runrún que pone en sordina la felicidad":

"Tengo esa sonrisa grabada en la memoria, porque en ella cabía un universo entero."

"...lo cierto es que no termino de sentirme bien del todo, porque a veces el número de chispitas de sus ojos se reduce de un modo alarmante y a mí me asusta que no sea feliz. Que eche de menos Madrid y su trabajo. Que lamente estar aquí. Que no le guste la lluvia. Que no termine de encontrar su espacio. Que no le guste yo tanto como ella me gusta a mí."

Nos dan ganas de decirle a nuestra amiga Enma que no nos tache lo principal.



-¡Y que no siempre ha de ver tantas"chispitas" como las de "la noche aquella"! Si el "runrún" apaga algunas, paciencia, que el amor las volverá a encender. Esta chica desearía la felicidad de dos ratones sentados en un queso y mordiendo de otro. Antes nos decían que después de "la vida y dulzura" venía "la esperanza nuestra". 

-Vaya, ahora sales con una advertencia viejuna, tomada de una oración católica. Yo le aconsejaría, por qué no, seguir el refrán: "Mientras dura, vida y dulzura". "Carpe diem" y fuera el "runrún". No es fácil, pero se puede intentar...a ratos. Lo dicho, Enma, a seguir con tu máster de felicidad. Y no te amargues con la báscula, que la 44 es una talla muy normal en España. 



-Venga, vamos a la consulta que Laia ha abierto, con ayuda de Enma, en un pequeño apartamento de la Plazuela de San Miguel. Allí acude Valeria Santaclara, una paciente: "tan alta, tan erguida, tan delgada...el pelo cuidadosamente cardado...con la barbilla desafiando a cualquier confesión...parecía, a pesar de su edad, que sin duda era muy avanzada, sacada de un catálogo de moda de señora de alguna de las firmas de El Corte Inglés". 

-Las caras: Ralph Lauren, Lasserre...No habíamos hablado de marcas de ropa desde Cicatriz, aquella novela de Sara Mesa. ¿Te acuerdas? Nada que ver con esta.

-Sí, aquel Knut hubiera necesitado una legión de psicólogos y de psiquiatras, nada que ver; pero la ropa de marca marca mucho  y Laura Castañón va mucho más allá de los "trapos" cuando escribe: 

"Antes de sentarse esa segunda vez se había quitado la gabardina de color beis, y que seguramente era de Ralph Lauren, y había procedido a doblarla cuidadosamente. Con el jersey de angora de color crema, la falda recta de cuadros en tonos marrones y las botas hasta la rodilla y medio tacón, sentada en el borde de la mecedora, con la barbilla desafiando a cualquier confesión."
-La buena señora nos deja en suspenso, en aquella primera consulta, cuando con labios temblorosos y ojos llenos de lágrimas, anuncia que volverá el próximo martes, que "hoy no es un buen día". Y, ante el silencio de la psicóloga, deja sobre la mesa tres billetes de cincuenta euros, casi el doble del precio estipulado. 

-Es algo caro, me han dicho que suelen cobrar entre cincuenta y noventa euros; pero no es eso lo extraño. Lo que nos chirría un poco es el gesto de ambas. A las señoronas como Valeria las veo yo preguntando, con cierto remilgo, como si hablar de dinero fuera de mal gusto: cuáles son sus honorarios. ¡Y no suelen confesar que tienen "dinero para aburrir"! De Laia me extraña que no diga ni mu, tal vez no acierta a reaccionar; aunque el dinero le viene muy bien para no depender tanto de Enma. La escritora tendrá sus razones, que los personajes hijos suyos son, aunque los lectores los recreemos cada uno a nuestro estilo. Y habrá tantas Laias como lectores tenga la novela. 

-¡Todos tenemos en mente a alguna señora mayor, rica, soberbia y estirada! Pero doña Valeria no se parece a ninguna de esas en que pensamos. 

- La gente de su generación no cree en psicólogos y es más de curas, mas ella sabe muy bien lo que quiere, que de la sotanas no se fía: 

- "¿Cuál es el motivo de la consulta?

...Se levantó...y se acercó hasta el balcón que daba a la Plazuela; desde allí, después de mirar brevemente hacia fuera, se giró y consideró la estancia como midiéndola.

-Este era mi cuarto.

La sorpresa de Laia quedó enseguida anulada por el alivio que le proporcionó entender de golpe aquel comportamiento extraño"

-¡Es su antigua casa de la Plazuela de San Miguel! Está sentada justo en el lugar de su cama. ¿Su infancia?

"Éramos las niñas de organdí y terciopelo..."


-Cree que viene...porque necesita armarse de valor para abrir un sobre donde su hermana Gadea, ya fallecida, escribió: "Para Valeria. El perdón". Lo que necesita, en realidad, es alguien que la escuche, para entender, entenderse:

-"Vives muchos años, y ya ves, total para qué: para que no te quede nadie y para tener que acabar comprando con dinero a alguien que te escuche y que te ayude a desentrañar qué fue de toda esa vida que se acumula en todos estos años."

-En la residencia de Valeria, trabaja Feli: la cuarta voz , la limpiadora, alumna de un taller de escritura que sueña y huye de una vida triste y escudriña vidas ajenas para armar relatos. ¡Qué interesante es la habitación de doña Valeria! 

"Y Feli, que en sus ratos libres, cuando le coinciden los turnos, va a un taller literario, quiere conocer los detalles de la novela que podría escribirse con la vida de Valeria Santaclara. "

-Cuatro personajes femeninos que nos hablan de amor, de felicidad o de culpa y nos salpican con la lluvia de sus palabras. Y Guille, el novio de Feli comprometido con la memoria histórica y Richi el hermano gay de Enma, sí también. Todavía no hemos escrito palabras como homosexual, gay o lesbiana. ¡Ni falta que hace para hablar de amor con mayúsculas!

-Y Frida, la mascota, perrita, también del género femenino. Y no te olvides de la mamá de Enma, la que no se entera:

"...no, no, mamá, cómo se te ocurre, voy a vivir con una amiga."

"...porque lo que en realidad tendría que estar diciendo era que mira, mamá, que mejor llamas, no sea que en una de esas entres por la puerta y equivoques la ocasión y nos halles labio a labio en el salón, comiéndonos la boca, vaya, y quien dice la boca, dice lo que sea."

-Lo que sea. Gracias, Austri. Continuaremos enseguida con Feli que es un personaje muy interesante. 

Como veis, mi amiga y yo vamos muy despacito, superando el bache de la semana pasada. De lo que se trata es de pasarlo bien escribiendo sobre los libros que nos gustan. 

Un abrazo de María Ángeles Merino
Y Austri.


4 comentarios:

La seña Carmen dijo...

¡Anda! Si ya se ha acabado el comentario de hoy y yo sigo aquí, esperando a que sigas repasando esos detalles del libro. Sí, a mí también me llamó la atención que Frida fuera hembra, y porque gato no tienen, que de tenerlo, seguro que también era gata.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Una apasionante historia de mujeres, desde luego. Me alegra que superes el bache de Navidad...

Ele Bergón dijo...

Ya tengo el libro y voy a empezar a leerlo. Por lo que cuentas, la mayoría de los personajes son femeninos. Vamos a ver si me meto en esa noche y en esa lluvia como ya lo habéis hecho Austri y tú.

Me da la impresión que no debe ser fácil comentarlo. No me extraña tu leve parón.

Besos

Paco Cuesta dijo...

Laura Castañón deja en su novela una imagen de la psicología a mi juicio muy de acuerdo con la percepción que tenemos de ella.
Besos